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sábado, 25 de diciembre de 2010

VIDA - 7 -

     Lorena estaba pensativa. Dando pequeñas vueltas y balanceos sobre la silla del estudio de su casa. No paraba de culparse. Si hubiese reaccionado un poco más rápido habría preparado con tiempo el equipo y hubiese podido grabar a Lorenzo. Quizás él hubiese estado ahí esperando, para darle alguna señal de lo que tenía que hacer ahora.
     Había pensado en ir habitación por habitación del hospital buscándolo. Pero no, era un disparate. Solo en montar y desmontar todo el equipo se le iban horas, por no hablar de lo delicado que son los sensores, y que con cualquier pequeño golpe hubiese hecho añicos piezas que se tardan años en reparar y dejar listas para su nuevo uso. Tenía las pruebas que necesitaba para consolidar y demostrar todas las teorías de su maestro. Pero aún así, le hubiese gustado tener ese pequeño homenaje con él, grabar el comienzo de su viaje.
     Pero si algo había aprendido de aquella experiencia es que no debía volver a bloquearse o las oportunidades pasarían ante sus narices, escapándose para no volver.
El hecho de que alguien llamase al timbre de la puerta la ayudo a salir de su éxtasis reflexivo. Se puso las zapatillas, se acomodó su pelo en un moño con un par de pasadores, y fue a abrir la puerta.
Cuando abrió se encontró con un hombre apuesto, de pelo castaño oscuro, bien recortado. Buena estructura osea, serio, y un físico que denotaba fuerza. Se presentó:

-Buenas, tardes, ¿Lorena?. Me llamo Enrique Quijer. Soy capitán del ejército, y colaborador con el proyecto “Luminoss”.-

-¿El tratado de “Luminoss”? Creía que sólo era una leyenda urbana. -

-Bueno, con el tiempo, han ido añadiendo detalles fantasiosos sobre lo que es nuestro proyecto. Lo único que pretendemos es crear una plataforma de colaboración entre distintos organismos de los países más influyentes del planeta para asegurarnos de que ningún descubrimiento científico caiga en malas manos.-

-Pues no entiendo que hacen aquí. Lorenzo Benquimia y yo nunca hemos trabajado en ningún proyecto bélico. Es más, ninguno de nuestros descubrimientos tienen ninguna aplicación destructiva o de “dominio mundial”, si es lo que piensan ustedes.-

-Eso tendremos que decirlo nosotros después de finalizar los análisis.-

-¿Cómo...-

Lorena no pudo terminar la frase, ya había hombres entrando en su casa, con orden judicial por delante. Empaquetando todo lo que había en casa de Lorena. A Lorena se le rompía el alma por la impotencia. Todo los esfuerzos de su vida, y de la vida de Lorenzo, empaquetados en vulgares cajas para que unos ineptos jugasen a científicos y jueces. Enrique, que pudo ver la palidez que adquirió la tez de Lorena, intentó calmarla:

-No se asuste. Todo es un proceso rutinario. Solo nos aseguraremos de que lo que han descubierto no pueda perjudicar a nadie. Es muy sencillo. No alteraremos sus resultados. De hecho, en otras ocasiones los propios científicos han colaborado con nosotros en el análisis...-

-Llevenme con ustedes.-

-¿Como dice, Lorena?-

-Este material es lo mas delicado que existe en el mundo. Tan solo Lorenzo y yo eramos capaces de manejarlo correctamente sin dañarlo. De hecho, las aplicaciones que han tenido a la industria tuvieron que ser supervisadas por él en persona. Y en más de una ocasión tuvimos que desplazarnos para reparar equipos nosotros, porque los técnicos nunca llegaban a comprender la verdadera naturaleza de este equipo. Esto es todo lo que queda de la vida de Lorenzo. No dudo de su palabra y su profesionalidad, pero si por desgracia se perdiesen los frutos de su esfuerzo... no sé si yo podría conseguirlo de nuevo, sola.-

-De acuerdo. Veré lo que puedo hacer.-


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