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martes, 25 de enero de 2011

VIDA - 9 -

-¿Cómo ha podido? No me dijiste nada de esto, Enrique.-

     Lorena iba y venía como loca por el despacho de Enrique Quijer. Estaba enfadada y decepcionada a partes iguales. Mientras él, estaba sentado en su silla, intentando inspirar algo de calma al ambiente.

-Tan sólo es una simple rutina necesaria en este tipo de procesos, Lorena. No tiene tanta importancia.-

Lorena se detuvo en seco, y lo fulminó con la mirada.

-“¿Una simple rutina?, ¿No tiene importancia?...” Es usted un inconsciente, capitán Quijer. Todo sobre lo que están trabajando es la labor de toda una vida de unos de los científicos más importantes de la historia. Es un evento que puede cambiar el concepto de la muerte, y la forma en que vive la propia especie humana.  Y usted empieza a fabricarlo en serie y distribuirlo por todo el mundo sin pensar en el impacto social que puede llegar a tener todo esto. Es un irresponsable.-

Enrique se levanto de su asiento. Respiró una vez mas para mantener la calma.

-En primer lugar, sólo hemos hecho cuatro copias de su equipo. En segundo lugar, lo llevamos a distintas centrales en distintos entornos para asegurarnos de que lo que usted gravó no fue una anomalía producida por los aparatos del hospital. Y en tercer lugar... creo que debería verlo usted misma.-

     Lorena iba a replicar pero, por alguna razón, se ponía muy nerviosa cuando estaba a solas con Enrique, a pesar de que era la única persona de allí en la que solía confiar. Optó por relajarse un poco, y sentarse para darle una oportunidad al Capitán Quijer.
     Enrique volvió a sentarse también. Tecleó algo en su ordenador portátil y lo giró. Se veían cuatro pantallas como la que utilizó Lorena en el último experimento. Pero esta vez no estaban enfocando a ningún paciente en ningún hospital. Estaban enfocadas hacia paisajes normales y corrientes: una playa, un jardín, una zona rocosa y un paisaje nevado en alguna montaña. Lorena estaba confusa.

-No lo entiendo, Enrique. No hay nadie a punto de morir en ninguna de las grabaciones, ¿qué pretendían conseguir?-

-Como te dije, queríamos comprobar que lo que obtuvisteis en el hospital no era energía residual de ninguno de los equipos que usan allí. Así que decidimos realizar observaciones alejadas de aparatos eléctricos potentes. Pero lo que estás viendo ahora, sólo eran pruebas que se realizaban mientras llegaban los pacientes. Mira bien.-

     Lorena entrecerró los ojos, y se acercó más a la pantalla. Se dio cuenta de que lo que tomó por animales de la zona, en realidad no lo eran. Vio como en algunas de las pantallas, algunos se acercaban un poco, y estaba claro que no pertenecían a ninguna de las especies conocidas por el hombre. Lorena estaba entusiasmada. Un tipo de fauna que habitaba al otro lado. Entonces ocurrió.
     En una de las pantallas apareció otro tipo de animal que se lanzó sobre el que había, devorándolo en un par de mordiscos, en otra dos de similares características comenzaron una brutal lucha, en la tercera el que había se lanzó sobre otro que intentaba esconderse y lo persiguió hasta salir del campo de visión, y en la cuarta, una bestia similar al depredador de la primera era devorado por una plaga de diminutos engendros.    
     A Lorena se le congeló la sangre con aquello. Donde estaba aquella mano que apareció para recoger al paciente que lograron captar la primera vez, donde estaba aquella mano que inspiraba seguridad y esperanza.
Y lo que más aterraba a Lorena...¿dónde estaría Lorenzo ahora?







miércoles, 12 de enero de 2011

VIDA - 8 -

-No te asustes. Soy benigno.-

      Lorenzo, volvió rápido la cabeza ( por un momento se mareó, al parecer las leyes físicas no eran iguales en aquel entorno), y vio a un joven de piel pálida y textura similar al mármol. Sus cabellos plateados eran largos y sedosos, dando lugar a una melena ligera que se acunaba con las suaves corrientes de aire. Sus ojos eran dos zafiros, que parecían estar iluminados desde el interior, dando lugar a pequeños destellos similares a los de un diamante. Sus ropas eran finas, como si hubiesen sido elaboradas con algún tipo de seda virgen exótica, dejan caer pequeños pliegues en algunas partes de su hermoso cuerpo estilizado.

-¿Qué clase de ser eres tu? ¿Eres un... ángel, o algo parecido?- Dijo Lorenzo con un pequeño hilo de voz desorientada.

     El ser sonrió un poco, y después depositó una mirada de entendimiento sobre Lorenzo, a la vez que sacaba una especie de pañuelo plegado de un bolsllito que se encontraba en uno de los pliegues de la ropa. Lo desdobló una y otra vez, hasta que el pañuelo adquirió una extensión de algo mas de un metro. Ahora era una superficie lisa, casi como un espejo... no, era un espejo en el que Lorenzo se podía ver reflejado. El ser, habló de nuevo:

-Esa pregunta debería realizarla yo. Las cosas ya no son como antes.-

     Lorenzo no se reconocía en el espejo. Su piel era dorada, dándole pequeños matices de oro a todo lo que entraba en contacto con él. Su cabello era ahora algo más largo, y de unas tonalidades celestes que variaban entre el turquesa y el azul dependiendo del movimiento que hiciese, que por cierto, daba la sensación de que su cabello siempre se movía con más lento de lo que debiese. Sus ojos que también parecían diamantes, como los del otro ser, pero estos eran un fluir constante entre llamas naranja y rojo como un río de lava encerrado en los cristales de sus iris. Sus orejas ahora eran más estilizadas y en el centro de su frente parecía haber una lagrima cristalina incrustada que parecía mostrar cualquier tipo de color. Por no hablar de que estaba totalmente desnudo. Ahora, Lorenzo volvía a ser joven.
     Pero lo que mas llamó su atención era que en el centro de su pecho había otra pequeña gota circular nacarada, y en torno a ella, doce gotas cristalinas similar a la de su frente, formando un círculo en torno a la central. Cada gota, con un color distinto.

sábado, 25 de diciembre de 2010

VIDA - 7 -

     Lorena estaba pensativa. Dando pequeñas vueltas y balanceos sobre la silla del estudio de su casa. No paraba de culparse. Si hubiese reaccionado un poco más rápido habría preparado con tiempo el equipo y hubiese podido grabar a Lorenzo. Quizás él hubiese estado ahí esperando, para darle alguna señal de lo que tenía que hacer ahora.
     Había pensado en ir habitación por habitación del hospital buscándolo. Pero no, era un disparate. Solo en montar y desmontar todo el equipo se le iban horas, por no hablar de lo delicado que son los sensores, y que con cualquier pequeño golpe hubiese hecho añicos piezas que se tardan años en reparar y dejar listas para su nuevo uso. Tenía las pruebas que necesitaba para consolidar y demostrar todas las teorías de su maestro. Pero aún así, le hubiese gustado tener ese pequeño homenaje con él, grabar el comienzo de su viaje.
     Pero si algo había aprendido de aquella experiencia es que no debía volver a bloquearse o las oportunidades pasarían ante sus narices, escapándose para no volver.
El hecho de que alguien llamase al timbre de la puerta la ayudo a salir de su éxtasis reflexivo. Se puso las zapatillas, se acomodó su pelo en un moño con un par de pasadores, y fue a abrir la puerta.
Cuando abrió se encontró con un hombre apuesto, de pelo castaño oscuro, bien recortado. Buena estructura osea, serio, y un físico que denotaba fuerza. Se presentó:

-Buenas, tardes, ¿Lorena?. Me llamo Enrique Quijer. Soy capitán del ejército, y colaborador con el proyecto “Luminoss”.-

-¿El tratado de “Luminoss”? Creía que sólo era una leyenda urbana. -

-Bueno, con el tiempo, han ido añadiendo detalles fantasiosos sobre lo que es nuestro proyecto. Lo único que pretendemos es crear una plataforma de colaboración entre distintos organismos de los países más influyentes del planeta para asegurarnos de que ningún descubrimiento científico caiga en malas manos.-

-Pues no entiendo que hacen aquí. Lorenzo Benquimia y yo nunca hemos trabajado en ningún proyecto bélico. Es más, ninguno de nuestros descubrimientos tienen ninguna aplicación destructiva o de “dominio mundial”, si es lo que piensan ustedes.-

-Eso tendremos que decirlo nosotros después de finalizar los análisis.-

-¿Cómo...-

Lorena no pudo terminar la frase, ya había hombres entrando en su casa, con orden judicial por delante. Empaquetando todo lo que había en casa de Lorena. A Lorena se le rompía el alma por la impotencia. Todo los esfuerzos de su vida, y de la vida de Lorenzo, empaquetados en vulgares cajas para que unos ineptos jugasen a científicos y jueces. Enrique, que pudo ver la palidez que adquirió la tez de Lorena, intentó calmarla:

-No se asuste. Todo es un proceso rutinario. Solo nos aseguraremos de que lo que han descubierto no pueda perjudicar a nadie. Es muy sencillo. No alteraremos sus resultados. De hecho, en otras ocasiones los propios científicos han colaborado con nosotros en el análisis...-

-Llevenme con ustedes.-

-¿Como dice, Lorena?-

-Este material es lo mas delicado que existe en el mundo. Tan solo Lorenzo y yo eramos capaces de manejarlo correctamente sin dañarlo. De hecho, las aplicaciones que han tenido a la industria tuvieron que ser supervisadas por él en persona. Y en más de una ocasión tuvimos que desplazarnos para reparar equipos nosotros, porque los técnicos nunca llegaban a comprender la verdadera naturaleza de este equipo. Esto es todo lo que queda de la vida de Lorenzo. No dudo de su palabra y su profesionalidad, pero si por desgracia se perdiesen los frutos de su esfuerzo... no sé si yo podría conseguirlo de nuevo, sola.-

-De acuerdo. Veré lo que puedo hacer.-


lunes, 13 de diciembre de 2010

VIDA - 6 -

     Lorenzo abrió los ojos. O al menos pensaba que lo había hecho. Se sentia extraño... ligero, como si su cuerpo fuese una hoja verde movida por el viento.
Miró a su alrededor. Estaba en un llano, descalzo, y creía que desnudo. Bajo sus pies había un manto de corta hierba aterciopelada que al compás del movimiento del viento cambiaba en tonalidades turquesas y al momento doradas. Cerca había una especie de arboles verdes, de superficie lisa y ramas encaracoladas que terminaban en puntas redondeadas, y de vez en cuando algún insecto luminoso saltaba rápido entre los arbustos.
     Podía sentir el tacto de la luz y sus colores en toda la piel se su cuerpo y como esta se dejaba mecer por una pesada brisa sedosa que acariciaba con mimo su cuerpo usando paños de color.
¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? Se esforzaba en recordar, y podía visualizar en su interior todas sus lineas de pensamientos y recuerdos buscándose las unas a las otras para poder explicar que ocurría.
Todas las lineas comenzaron a centrarse en un solo punto con fuerza y velocidad, hasta formar una palabra. Lorena. Ese no era el análisis que quería realizar para saber donde se encontraba, pero fue como si la presencia de Lorena estuviese allí, y desviase el cauce de su mente.
     Sí, ahora estaba seguro. Podía sentirla muy cerca. Estaba allí.
Entornó los ojos en una dirección, como cuando intentaba leer sin sus gafas. Y junto a una roca cubierta de musgo nacarado observó como algunos colores de la luz y algunas corrientes de aire aminoraban el paso para crear una forma.
     Era muy ambigua, y cualquiera lo habría confundido con un remolino de viento. Pero después de tantos años trabajando codo con codo, no le cabía duda. Lorena, la que había sido casi su única familia en toda su vida, estaba en ese lugar. Debía estar tomando datos todavía. Si era así, tenía una oportunidad de comunicarse con ella, de darle información privilegiada.
     Intentó caminar hacia ella pero el efecto que se producía al moverse sus pies con respecto al suelo era distinto de como solía ser en el lugar del que provenía, el mundo de los vivos. No era capaz de controlar la fuerza de sus pasos, sus piernas tampoco se adaptaban como esperaba a su voluntad. A momentos se quedaba bloqueado, para seguir con un salto descontrolado, o dar pasos hacia atrás. Pero ello no debía ser obstáculo para el. Ágil analizaba cada error, para no repetirlo, y paulatinamente iba acercándose a Lorena.    Ya casi lo había logrado, estaba muy cerca. Solo tendría que hacerle algunos gestos para que los monitores detectasen su movimiento. Fue entonces cuando Lorenzo notó que una mano se dejó sentir sobre su hombro.

martes, 23 de noviembre de 2010

Y ahora... ¿Qué?

Bueno, siento mucho el no poder escribir cada día en mi blog, y crear tanto suspense durante tanto tiempo.

Ahora, lo que me queda por saber es:

1.- ¿Os ha gustado?
2.- ¿Quereis que la historia continue, o creeis que este es un buen punto para dejarlo y empezar con otra?

     Bueno, en función de vuestras respuestas, así haré. Y me esforzaré por escribir con mas frecuencia.
Hasta pronto.

VIDA - 5 -

     Podría decirse que lo que vio aquel día Lorenzo fue lo más hermoso de su vida. En la pantalla del ordenador se veía como surgía unos hilos nacarados que daban lugar a una silueta sobre el cuerpo del fallecido. Sus brillos eran igual que observar una aurora boreal bañada en plata.
     Las lágrimas surcaban sus arrugas marcadas, siguiendo las lineas de sus labios que ardían de alegría.
- Lorena... esto es... no se que puedo decir. He imaginado miles de discursos para cuando este acontecimiento tuviese lugar. Pero ahora...-
     Lorena cogió con suavidad la mano de Lorenzo. Y le regaló una mirada intensa llena de emoción contenida y regocijo.
- Espere, Lorenzo. Aún hay más.-
     Lorenzo siguió mirando la pantalla. Debía saborear cada imagen que esta reproducía. Fue entonces cuando observó que la silueta brillante miraba a su alrededor, como si hubiese algo más. Entonces, esta clavó su mirada ( o lo que debería ser su mirada, pues no tenía tanto detalles la imagen) en un punto fijo. Posteriormente, la silueta de un brazo, también luminoso, apareció por el margen de la pantalla. Este brazo extendia su mano hacia la siluesta del paciente fallecido. Él, cogía esa mano. Y seguidamente, como un rio de luz, desaparecía por el mismo lateral donde apareció el otro ente.
     A Lorenzo le dio la sensación de que su corazón iba a explotar por la fuerza con la que latía. Esto sobrepasaba todas las expectativas que tuvo cuando planificó el experimento. Sobrepasó incluso las expectavias de toda su vida. Había considerado cientos de posibilidades con respecto a los resultados. Pero nunca pensó que se produciría tal punto de inflexión. ¿De quién era aquella mano? ¿A dónde se llevo al sujeto observado?
     Sin darse cuenta, Lorenzo estaba pensando en voz alta de nuevo, de pie, en mitad de la habitación. Vio como Lorena tenía los ojos llenos de alegres lágrimas. Tenía ganas de saltar, de bailar, de gritar. De correr por los pasillos, por las calles, llamando puerta por puerta para comunicar su descubrimiento. Quería estar en todos los lugares del mundo, con todos los que conocía al mismo tiempo. Pero... ya no sentía esas explosiones dentro de su pecho... su corazón acababa de detenerse. Cayó fulminante sobre el suelo. Ni un solo latido en su interior.
     Aún tenía conciencia de lo que sucedía a su alrededor. Veía a Lorena, con todo el equipo médico a su lado. Veía como Lorena comprendía todo lo que estaba ocurriendo. Pero su rostro no reflejaba ninguno de los sentimientos que Lorenzo había observado en funerales y entierros a lo largo de su vida. No. Esa expresión era nueva, fruto del descubrimiento. De la certeza del viaje que comenzaba Lorenzo Benquimia. Por el descubrimiento de ese día, habia nacido un nuevo sentimiento que jamás había existido antes, y que poblaría el corazón de todas las personas para siempre.
- Una hora y cuarenta minutos desde el último infarto- dijo uno de los doctores.
     Una hora y cuarenta minutos. Cien minutos en total. Le habían regalado cien minutos de vida, tal y como deseó. Ahora su sentimiento era de agradecimiento hacia todo el universo. Gracias. Era lo único que se formaba en su mente mientras las imágenes de la habitación se nublaban. Tan sólo una imagen se mantuvo nítida unas fracciones de segundo más. Lorena.
     Después de desaparecer todo rastro del mundo que conocía, una extraña sensación recorría todo su cuerpo, volviéndose más intensa a cada momento. Como si todo su cuepro se hubiese convertido en una colosal catarata que se derramaba hacia su propio interior, arrastrándolo con fuerza, pero sin sentirse agredido en ningún momento. Pero...¿cómo podía sentirse arrastrado por su propia esencia hacia su interior? Lorenzo disfrutaba con todo su ser cada momento de todo lo que ocurría. Cuando la cascada dejó de fluir hacia su centro, sintió que su ser florecía mas allá de donde sintió por última vez la coherencia de su ser. Surgía de nuevo, nacía de nuevo como pura esencia de si mismo, como la pura energía que siempre mantuvo a su cuerpo con vida.

domingo, 14 de noviembre de 2010

VIDA - 4 -

     Lorenzo reclinó el respaldo de su asiento para ver el monitor del ordenador con el que trabajaba Lorena. En el monitor se podía ver la parte de la habitación donde se encontraba la cama del paciente, pero debido a los filtros que se habían aplicado con el software, todo lo que aparecía en la pantalla se veía en tonalidades verdes oscuras.
     Todo, excepto el paciente que mostraba tonalidades entre rojizas y anaranjadas. Pero estas tonalidades iban apagándose poco a poco con los latidos de su corazón. Hasta que finalmente, sonó por última vez. Después sólo se distinguían tonalidades verdes en la pantalla.
     Lorenzo no era capaz de respirar. Lorena tecleaba para transformar los datos tal y como su maestro le indicó. Sus dedos temblaban sobre cada tecla. Era como si no tuviese fuerza en las manos. La vista se le nublaba con tanta tensión. En más de una ocasión tuvo que rectificar algún dato. Esforzaba al máximo su capacidad de concentración porque cada segundo que pasaba, la posibilidad de obtener resultados se iba alejando. Sólo se escuchaba el teclear de Lorena y los motores de los ordenadores. Por lo demás, silencio.
     Por fin terminó de ejecutarse el programa informático.
Lorena observó la pantalla. Su cara se transformó conforme observaba el monitor. Pero su expresión no duró mas de unos segundos.
     Cuando se volvió para hablar a Lorenzo, este estaba con la mirada perdida, ida, la piel pálida, sin respirar. Lorena pulsó el botón de emergencia. Inmediatamente se pasó del silencio al caos en la habitación. Los efermeros y los médicos trajeron todo el equipo de emergencia y acostaron a Lorenzo en una cama.
     Lorena intentaba no molestar, pero por dentro no dejaba de gritar el nombre de su instructor para la vida, su mentor para la madurez, maestro para la razón, profesor del espíritu y catedrático en amistad. Gritaba su nombre una y otra vez. Todo desde la discreción de sus pensamientos. Mientras, en el interior de Lorenzo sonaba su propia voz que decía:
-No. Ahora no es el momento. Maldición. He vivido cien años para llegar hasta aquí. Es que no voy a poder vivir aunque sólo sea cien minutos más. Cien minutos sólo, para ver el resultado de toda una vida. Es que un ser humano no tiene derecho a ver los frutos de sus esfuerzos. Cien minutos, sólo cien.... cien años y cien minutos, cien...-

-Cien... ¿Qué?. De qué quiere cien. Ya no tiene edad para muchos trotes.-

     Esa voz era la de Lorena. Sonaba cerca. Sentía la dulce vibración de su voz dentro de su cabeza. Entonces sintió de nuevo sus ojos, pero unos pesados parpados impedían abrirlos. Poco a poco lo consiguió. Pudo ver una habitación con luz tenue. Y una figura, ligeramente borrosa, sentada junto a él.
-Mi querida Lorena. Creo que me he implicado demasiado en el experimento. Tanto, que por poco paso a formar parte de él... Lo he arruinado. Por mi culpa no hemos podido recoger los datos a tiempo.-

Lorena rió levemente, con alivio. Cogió su ordenador portatil, lo abrió y se lo mostró.